Últimamente, me siento agotado. No es solo cansancio físico, es esa clase de fatiga mental que te envuelve y no te deja ver con claridad. Después de buscar respuestas sobre lo que estaba sintiendo, entendí que no estaba solo. No he descubierto ninguna verdad definitiva, pero he empezado a educarme y a buscar recursos para comprender mejor mi situación. Y lo más importante, quiero compartir lo que he aprendido para que otras personas puedan saber que es normal sentirse así.
Hace meses que noto altibajos en mi trabajo. No es fácil describirlo; a veces siento que hago lo que debo hacer, e incluso más, pero las cosas no salen como esperaba, o simplemente no veo los resultados positivos, aunque estén ahí. Es como si llevara una venda en los ojos que me permite ver solo mis errores, mientras lo bueno se oculta. Buscando respuestas, me topé con el estoicismo, una filosofía que promueve el autocontrol, la virtud y la aceptación serena de lo que la vida nos trae. Encontré un podcast que hablaba del tema y me sentí identificado.
Lo curioso es que muchos de los problemas que enfrento, especialmente trabajando en tecnología, resonaron con las enseñanzas estoicas. Me di cuenta de lo agotador que es preocuparse por lo que está fuera de mi control, como las opiniones de los demás o los eventos que suceden a mi alrededor. En lugar de gastar energía en eso, el estoicismo sugiere enfocarse en lo que sí podemos controlar: nuestras acciones y pensamientos. También me di cuenta de cuánto me agotan las reacciones emocionales exageradas, como el enojo o la ansiedad. Aprender a gestionarlas me ayuda a mantener la calma y el enfoque.
Otra lección poderosa que me dejó el estoicismo es dejar de compararme con los demás. En tecnología, es fácil caer en esa trampa, viendo los logros de otros y sintiéndome insuficiente. Pero al centrarme en mi propio crecimiento y dejar de buscar la perfección, he encontrado más paz. Nadie es perfecto, y no tiene sentido agotarme persiguiendo un ideal inalcanzable. Tampoco vale la pena aferrarse a resentimientos o cargar con relaciones tóxicas que no me permiten avanzar. El estoicismo me enseñó a soltar esas cargas, perdonar y alejarme de lo que no me suma.
El miedo al cambio es otra fuente de estrés, y aunque todos resistimos de alguna manera, el estoicismo me ha mostrado que la vida es constante movimiento. En vez de luchar contra lo inevitable, es mejor adaptarse. Algo similar ocurre con el consumo de contenido negativo, como noticias alarmantes o redes sociales tóxicas. He aprendido a ser más selectivo con lo que permito en mi mente y a buscar contenido que me nutra en lugar de desgastarme. Y sí, el futuro es incierto, pero obsesionarse con lo que podría pasar solo me impide disfrutar del presente. Prepararse está bien, pero vivir preocupado no lo está.
Finalmente, me di cuenta de la importancia de asumir la responsabilidad de mis acciones en lugar de culpar a factores externos. Echar la culpa a otros solo perpetúa ciclos negativos. Además, el estoicismo también me ha recordado la importancia de cuidar mi bienestar físico y mental. Descuidar cualquiera de los dos solo genera más agotamiento. No puedo estar bien en el trabajo o en la vida si ignoro mi salud.
Este recorrido por el estoicismo ha sido un alivio mental. Aún estoy en el proceso, pero siento que poco a poco estoy encontrando una mejor forma de enfrentar mis retos. Ojalá lo que comparto aquí te ayude a recordar que no estás solo, que es normal sentirte así a veces, y que siempre hay formas de mejorar.